¿Podrían @norcoreano, @diostuitero @gerardotc o @SuperFalete hacer un testamento digital?

Artículo especial de Silvia Barrera Ibáñez (@sbarrera0) especial para el #RetoJCF promovido por Juristas con Futuro.

Hace unos días me ofrecieron, virtualmente, la posibilidad de hablar de la ¿herencia digital?  Dejar que mi legado digital sea administrado por otros cuando me muera. La gran mayoría, incluso los que participan en este #RetoJCF podrían pensar qué pinta @sbarrera0 en todo esto. @JuristasFuturo me dijo: “Algo, seguro, puedes aportar”. Allá voy.

Testamento digital

Herencia digital

Aparte de meterme en todos los charcos, el objetivo, entre otros, de mi trabajo como policía judicial es realizar todas aquellas indagaciones tendentes al esclarecimiento del delito y entre ellas (la más importante,) determinar la identidad de la persona/s que, presuntamente, lo ha/n cometido.

De identidades virtuales va la cosa y por tanto, en ese aspecto y como ciberpolicía judicial, me he pasado la vida buscando formas de identificar a personas en la red. Hace años cuando nadie sabía de qué iba “eso de Internet” y lo utilizaban como un medio que pensaban anónimo, detrás de una dirección IP  había (y todavía hay), una persona potencialmente identificable, con nombre y apellidos. El usuario aprendió que si puede ser identificado por la dirección IP, algo debía de hacer para ocultarla de su navegación. Y así surgieron, entre otros, los anonimizadores.

 

Algo ha cambiado. Ahora, vamos en coches que pueden camuflar sus matrículas, por tanto, habrá qué buscar otras formas de identificar a su conductor: cómo es el coche, qué marcas de rodaje ha dejado, dónde hace los cambios de aceite o reposta; y lo tiene que hacer, sí o sí, sin anonimizadores.

Por eso, la forma de identificar a un usuario en la Red también ha cambiado. Nuestra interacción social virtual es tan brutal que conformamos una huella digital muy profunda y una presencia online más estable y poderosa incluso que la física. Siguiendo y conectando los múltiples rastros de navegación y presencia en la Red, dejamos indicios: geoposicionamiento, perfiles, comentarios, fotos y todos esos artículos de: “Cuidado con tu privacidad y lo que publicas en la Red”.

En mi proceso de búsqueda de identidades me he llevado muchos #zascas cuando he comprobado quién estaba detrás de un perfil de una red social o quién administraba una web. Suena a topicazo de película pero, a veces, resulta ser quien menos te lo esperas. Dicho ésto, creo necesario distinguir dos tipos de uso de identidades en Internet.

 La parte seria de la Red, sus negocios con la empresa y la Administración.

Por una parte, la necesidad de realizar actos/negocios jurídicos y gestiones administrativas en la Red de forma rápida y cómoda que nos identifique de forma unívoca ante la Administración Pública, instituciones o empresas. Para ello se emplean, por un lado, los certificados y  la firma electrónica, que permiten realizar gestiones interesadas para el usuario con la Administración y viceversa y los documentos de identidad, el D.N.I. y el pasaporte electrónicos: desde la versión 0.0, 3.0, 5.15 hasta el número pi infinito. Gracias a los tratados internacionales, además, podemos traspasar las fronteras físicas hasta los confines y que todos den como válida nuestra identidad, sin ningún género de dudas (salvo que la foto vaya pegada o los datos estén algo modificados).

Para todo lo demás, me refiero, a transacciones comerciales, Master Card y otras  tarjetas de crédito y la autentificación a uno, tres o diez pasos de la banca online son servicios legítimos que dan pistas de la identidad de quien hace uso de ellos. Todo lo anterior es la Red haciendo uso de su propia tecnología y aportando soluciones al mundo físico.

 Servicios web gratuitos. “Los otros”, la Red “salvaje”.

Dejemos de utilizar Internet como un medio, con años de regulaciones y mejoras  técnicas que no dan respuesta a “Los otros”: al mundo digital PURO que ha creado una “Redarquía” con normas propias. Todo el contenido que conforma la riqueza de la web 2.0 representado por los servicios web “gratuitos” (recuerda que nada es gratis) que no tienen existencia ni sustento físico real: redes sociales, blogs, servidores de correo web, almacenamiento en la nube, redes P2P o foros y que han cambiado nuestra sociedad y la forma de relacionarnos.

Esta riqueza virtual ha provocado que existan aunténticas “estrellas virtuales” como @diostuitero @gerardotc , @SuperFalete o @norcoreano que acumulan cientos de miles de seguidores por sus tuits humorísticos, irónicos, imaginativos o rodeados de provocación. Su fórmula triunfa y son 100% virtuales, sin certificados ni DNI. Se curran su reputación digital día a día. Inspiran, interaccionan y tienen su propia personalidad ¿e identidad virtual? Por supuesto pero ¿Quién sabe su identidad real?

Si de mi perfil, Silvia Barrera, @sbarrera0, se puede hacer un testamento digital ¿Podrían @norcoreano, @diostuitero @gerardotc o @SuperFalete dejar su herencia digital en manos de otr@s personas? ¿En qué se diferencian mis cuentas y perfiles en redes sociales de las suyas? (Bueno, sí, la mía es bastante menos ingeniosa y divertida pero vamos al grano)

Algunos podrían decir: “detrás del perfil @sbarrera0 se supone que hay una identidad real, Silvia Barrera y es su persona la que publica ¿O no?” ¿Quién hay detrás de @norcoreano, @diostuitero @gerardotc o @SuperFalete ¿Quién lo ha contrastado? ¿Twitter?

 El mundo se desmorona por momentos.

Precisamente, este tipo de servicios web gratuitos son tan usados y caracterizados porque los procesos de creación y registro de cuentas permiten la aportación de datos falsos, simulados o ficticios. Algunos como el correo, añaden un número de teléfono pero solo a los efectos de verificación de usuario para evitar suplantaciones de identidad y comprobar que quien creó la cuenta es quien la pretende usar en el momento de hacer loggin ¿cuál es su identidad real de quien crea o utiliza ese email? ¿Recuerdas que diste tu número de teléfono propio pero un nombre, fecha de nacimiento y seudónimos ficticios?

Imaginemos que estuviéramos obligados (nunca ocurrirá) a dar nuestros datos de identidad reales en estos servicios virtuales gratuitos “Los otros”. ¿Cuál sería ahora el problema? El sistema de verificación de tu identidad. En un post de hace unos meses argumentaba que el concepto de identidad virtual perteneciente a un nombre y apellidos sólo tendría sentido cuando es administrada por proveedores de servicio nacionales, bajo la regulación del propio país. Esto ocurre en España, por ejemplo, con las páginas de juego online con dominio .es y bajo regulación y supervisión de la Dirección General de Ordenación del Juego. Las operadoras de juego online poseen unos sistemas técnicos homologados por la Dirección así como un servicio web de verificación de jugadores ( y nunca técnicamente infalible) que garantiza la identidad real del jugador. Pero la ansiada bellota desaparece de nuestras manos cuando la gestión de las identidades dejan de estar en manos de proveedores nacionales y pasa a manos de servicios extranjeros como EEUU, Rusia, China o Irán, Irlanda, Holanda, da igual. ¿con qué verificas virtualmente ahora tu identidad física?

A modo de conclusión.

Tal y como lo veo, hoy por hoy, para contenidos “Los Otros”, virtuales puros, no hay forma regulada de vincular una identidad virtual a una identidad real física pero SI identidades virtuales que conforman realidades en el mundo físico. Si @SuperFalete quiere hacer un testamento digital para que su identidad digital perdure por lo siglos de los siglos (ojalá), puede acudir a un lugar donde extraigan y certifiquen la presencia de contenidos como fotos, vídeos y comentarios publicados que se supone pertenecían a @SuperFalete porque tiene (tenía) capacidad para administrar esa cuenta.

Cómo gestionar y dejar de legado una cuenta con Bitcoins #ahílodejo (en plan subliminal).

Por tanto, supongo que la posibilidad de establecer cualquier tipo de administración de estos contenidos de forma testamentaria para tratar de perpetuar el rastro online que ha dejado el fallecido es muy lícito y debe ser voluntad del propio fallecido, que es quien ha generado su reputación online sobre todo cuando el propio proveedor de servicios desactiva cuentas de correo, perfiles, etc., si detecta inactividad por cierto tiempo. Si esto ocurriera, otro usuario, completamente diferente, podría volver a crear otra cuenta utilizando el mismo pseudónimo, con los mismos códigos alfanuméricos, (cosa que no pasa con tu DNI cuando te entierran) para no se sabe qué otros usos posteriores y no nos gustaría que ésto pasara.

Pero a todo esto veo le veo un (o alguno más) problema. Si todo el mundo empieza a perpetuar sus perfiles digitales, igual que se están acabando las direcciones IP en formato IPV4 y que ya sólo lo mantiene a flote el sistema de asignación dinámico, antes lo harán las combinaciones de nombres memorizables para que sean “simbólicos” al papel que pretenden representar en perfiles e emails. En un futuro, el formato de asignación de cuentas será tan peregrino y poco romántico como @SuperFalete12436 o @SuPeRFaleTe_1982. No, no es lo mismo.

Silvia Barrera Ibáñez

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